Otra vez le quedó chico el estadio de futbol del Club Atlético River Plate al SuperClásico de la Juventud conducido por el pastor Dante Gebel.
Más de 90 mil personas, en su mayoría jóvenes, pero también familias enteras con niños hicieron que la cancha parezca un pequeño lugar y vivieron una fiesta increíble en la celebración de los 20 años que Dante y Liliana Gebel llevan realizando estos encuentros para la juventud.
Desde temprano las redes sociales se vieron inundadas con imágenes de los contingentes que llegaron de diversos lugares del país. Filas de personas, de vehículos particulares y autobuses, que entraban, dejaban descargar personas y encontraban su lugar en las inmediaciones. Los “pibes” coreando desde temprano “Olee, olee, olee olaa Jesús, Jesús”. Había olor a fiesta. Todo transcurría con orden y expectativa.
Ingresar al Monumental para otra vez vivir aquel 2005 era vibrante, porque aunque hace dos años el SuperClásico se realizó en el Estadio Único de La Plata, volver a River era como una conquista soñada. El césped estaba protegido, las torres de sonido en su lugar, pero esta vez un despliegue de pantallas abrumaba. -“Uno, dos, tres, probando. Sí. Sí.”, se escuchó para que el corazón latiera con más fuerza. El calor ya no se sufría aunque era agobiante. Las pantallas se encendieron. La música sonó. Todo estaba en su lugar. Las personas en el campo y en las gradas, lleno de lado a lado de la cancha. Banderas argentinas, trapos con identificaciones, más banderas pero de otros países como Colombia, Bolivia, Paraguay, Uruguay y no se alcanzaba a ver más porque era un mar de gente. El conteo inicial arrancó y así comenzó la noche más esperada del año.
Cuando se lo vio por primera vez a Dante Gebel el estadio explotó en una ovación increíble. La música comenzó a sonar más fuerte. Luego vinieron los saludos, las presentaciones de invitados de lujo como el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien se dirigió a la multitud y que desde que conoció a Dante y a Liliana no dejó de apoyarlos. Ahora es un “amigo” como dijo Dante.
Esta fue una celebración de veinte años por lo que no faltó la historia, las imágenes de los primeros eventos, el recuerdo de la promesa de Dios, un sueño cumplido, una obediencia que por veinte años tocó el corazón de miles de miles de jóvenes en todo el país y el continente entero. Los agradecimientos y reconocimientos a personas que apoyaron la visión. La presentación de la famosa “suegra de Dante”, doña Marta Moyano. En ese momento el estadio volvió a estallar al ver al mito de la “suegra” derribado en la persona que siendo viuda apoyó a sus hijos en la aventura de creerle a Dios y soñar con llevar a la Juventud a los pies de la Cruz de Jesús. Los ojos de doña Marta brillaban, Dante abrazándola fuerte narró la historia y fue la primera reconocida después del Padre Celestial. Vino el momento para reconocer al pastor David Passuelo, quien pese a las criticas siempre confió en el ministerio de Dios en la vida de Dante y quien invirtió horas en su emisora de manera gratuita para difundir aquel legendario programa de Radio “Línea Abierta, prohibido para mayores”. Momento emotivo cuando Dante explicó como fue la conversión de la familia Gebel al Señor, que su hermano mayor, Sergio, había sido el pionero y también despreciado hasta que el poder del Evangelio tocó el duro corazón de su padre, un hombre que era dado a la bebida y que trataba con desprecio esa fe. Sergio reclamaba la sanidad de su madre, quien enferma de cáncer estaba preparando a su hijito menor: Dante, con tan sólo seis años para lo peor. La historia continúa con aquella mujer entregada al Señor Jesucristo y que hoy cuenta con 95 años de edad. Emocionaba verlos juntos a los dos hermanos, los dos extremos de cuatro hermanos, los dos que sobreviven a los hijos de doña Nelly de Gebel y don Federico Gebel.
Luego fue el turno de Fernando Grancharoff y su padre Roberto, quienes apoyaron la edición de una revista que llegó a miles y miles de hogares y los primeros libros. También se honró la memoria del ya fallecido Rev. Omar Cabrera, quien sin conocerlo le ofreció a Dante los estudios de televisión para grabar los programas que llegaron al viejo ATC, hoy TV Pública, y a su hijo el Rev. Omar Cabrera Jr. quien en ese momento le arrebató el micrófono a Dante y oró por él, bendiciendo a su familia y ministerio. También con emoción el público conoció el misionero que a los 8 años de Liliana la desafió a vivir en santidad, el pastor y misionero Rafael Hiatt. No podía faltar el incansable Enrique Gómez, un jugador de toda la cancha, un hombre que se lo puede ver en cada detalle y por supuesto del querido amigo Daniel Pekerman, productor general de todos los eventos de Línea Abierta Group.
Todo eso dio preludio a la fiesta de adoración con Eric Perdomo y la bellísima voz femenina de Drew Gámez, quienes llevaron en diferentes momentos a recuerdos imborrables y a un tiempo de adoración increíble. Eric cantó algunas canciones que hicieron de hilo conductor de eventos pasados. Drew llevó a los presentes al altar de Dios con himnos como “Cuan Grande es él” que hizo estremecer al público presente. Pero el broche fuerte de la noche aún no había llegado. Promediaba el encuentro, cercano a las 23 horas, Dante comenzó a predicar. Estaba conectado con el Espíritu Santo, se lo veía con una ansiedad mayor a lo habitual para expresar lo que Dios puso en su corazón. Ahí vino la confesión: “El Señor me dijo que no haga más SuperClásicos si seguía dando mensajes motivacionales. Hoy voy a hablar de otra cosa. Siempre les hablé de los sueños, de lo que podríamos hacer, pero hoy quiero hablarles de la Cruz” dijo.
El mensaje de Dante se fue poniendo interesante: “El Señor me dijo que no vino a hacer próspero a nadie” y relató una historia acerca de qué haría si le permitieran volver al pasado, exactamente al 10 de septiembre de 2001, un día antes de los fatídicos atentados a las Torres Gemelas de Nueva York. No puede decir lo que sucederá al día siguiente, que miles de personas perderían la vida. Algunos se lazarían al espacio para no morir carbonizados… ¿qué se podría hacer? ¿se les predicaría de prosperidad o de salvación eterna?… La multitud guardaba silencio. “Si el mensaje que tienes no salva a las personas que mañana se van a morir, no sirve” aseguró Dante. “Si estas pensando que eres cristiano porque tu padre lo es, déjame decirte que no se es auto porque naciste en un garaje”, continuó. El desafío era personal, la persona y Dios, no debía haber nadie más por más que se estaba en un estadio repleto compartiendo espacio con 90 mil personas. “El Señor no vino para hacerte feliz. Ser cristiano es tomar la cruz, renunciar a vos mismo. Eso es el Evangelio. Es renuncia y negación a uno mismo, sin esto no hay salvación eterna”, señaló. «El Evangelio es negación propia o realización propia, pero no puede ser ambas cosas», dijo.
Quienes estuvimos otras veces en los SuperClásicos, claramente supimos que este mensaje fue el más poderoso, el que llevó a todos, cristianos o no cristianos a una situación de decisión ineludible: La Cruz de Jesucristo. Y fue entonces donde Dante confesó: “El peor error que podemos cometer los predicadores es creer que podemos hacer el trabajo del Espíritu Santo e intentar convencer nosotros de pecado a la gente”.
Sin mediar mucho más, hizo la oración del pecador y todo el estadio la repitió. Casi sin división alguna, mientras sonaba aquel viejo himno “En el Monte Calvario” en la voz de Eric Perdomo, Gebel comenzó a hablar de su país, Argentina. De lo divido que se encuentra y desafió a interceder por la nación y sus gobernantes, para que haya paz. “Hay otros países que también lo necesitan, pero déjenme orar por mi país”, mencionó el hoy pastor de Favorday Church.
La noche estaba estrellada. Las decisiones en la piel. El desafío en marcha. La celebración culminaba con fuegos de artificios, el clásico correo de “Olee, olee, olee Jesús, Jesús”. Al finalizar le dedicó unas palabras a la Sra. Presidenta de la Nación: “Señora Presidenta –dijo- aquí tiene a la juventud que va a cambiar la historia del país, una juventud que usted no conoce; la que va a transformar con el poder de la Cruz”. El estadio otra vez vibró. Se escucharon gritos de acuerdo con aquella declaración.
Las luces comenzaron a iluminar todo el campo. Las pantallas destellaron por última vez. La multitud se desconcentró en orden. El estadio y sus alrededores no sufrieron desmanes. El testimonio una vez más fue compartido. El pueblo del Señor tuvo su encuentro. Pasaron los primeros 20 años de un movimiento llamado “SuperClásicos de la Juventud” que como el mismo Dante cuenta “sólo compite consigo mismo, porque cada vez queremos mejorarnos para presentar mejor el mensaje de la Cruz”.
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