¿Quién es el hombre para decidir sobre la vida de otro hombre? ¿Qué es el ser humano como para ser capaz de dictaminar cuándo nacer, cuándo morir?
¿Qué soberbia le acoge a este mundo como para creer que somos dioses a la hora de legislar nuestras propias normas de vida?
¿Hasta dónde hemos caído? ¿Cuál es la altanería que gobierna a la pequeña mente humana?
Nos hemos convertido en seres autodestructivos. Nos hemos adueñado de la vida de los otros. No hablamos de “cualquier otro” sino del más indefenso: el bebé por nacer.
“Tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre … Mi embrión vieron tus ojos…” (Salmo 139)
Los planes de Dios son inescrutables. Sus propósitos superan los nuestros y están por encima de cualquier circunstancia humana que pudiésemos imaginar. Antes de formarnos en el vientre ya nos conocía (Jeremías 1:5)
En palabras de la Real Academia Española el embrión es el producto de la concepción hasta fines del tercer mes del embarazo.
Tanto para la ciencia como para Dios, la vida humana inicia desde la concepción. Cuán preciada que es esa vida ya a partir de la fecundación del óvulo por el espermatozoide fundido en dos cadenas de ADN…
No se es persona luego de nacer. No se es persona al cabo de un determinado mes de gestación. Se es persona desde la concepción. Hay vida. Hay cuerpo. Hay espíritu.
Cada uno de nosotros somos obras maestras de Dios (Efesios 2:10). Fuimos creados a su imagen y semejanza; hombre y mujer (Génesis 1:27). A imagen del mismo Dios… eso es un ser humano y no unas simples células unidas por casualidad sino que existe un propósito, una causalidad divina. Somos el reflejo de Dios mismo que ya nos conocía antes de ser gestados y nos llamó a su existencia en su perfecta voluntad.
El óvulo fecundado por el espermatozoide presenta características únicas. Aún antes de nacer Dios concibe planes para cada vida.
¿Qué sucede cuando intempestivamente se decide interrumpir esos planes, esa vida?
Abortar es sinónimo de acabar con la vida de un ser humano independientemente del motivo y el tiempo de gestación.
La necedad del hombre lo ha erigido en una deidad que al abortar reniega del mismo Dios como su Creador.
El aborto inducido es lisa y llanamente la comisión de un asesinato. Atenta contra el quinto mandamiento: NO MATARAS. Quitar la vida a otro, quitarse la vida a uno mismo es pulverizar la imagen de Dios en el otro, en nosotros… porque la vida humana es sagrada. La vida es de Dios y sólo Él puede quitarla.
Dios no crea desechos. Dios crea tesoros.
Por Gretel Ledo
Twitter: @GretelLedo
www.gretel-ledo.com
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